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Párroco
P. Edgar Fernando Oñate Morales
Vicario Cooperador
San Vicente Ferrer
San Vicente Ferrer nació en Valencia el 23 de enero de 1350, en el seno de una familia de ascendencia gerundense. Su padre, Guillermo Ferrer, era notario. La casa natalicia de Vicente distaba muy poco del Real Convento de Predicadores, donde los hijos de Santo Domingo de Guzmán se habían establecido para la fe las tierras de Valencia. El gran prestigio que siempre tuvieron en aquella capital los frailes predicadores, el contacto habitual que nuestro Santo debió tener con ellos desde su niñez y el interior llamamiento de DIOS determinaron en Vicente la resolución de vestir el hábito blanco y negro de los dominicos. Tal suceso tuvo lugar en el Real Convento de Predicadores el 5 de febrero de 1367, y el día 6 del mismo mes del año siguiente emitió los votos de su profesión religiosa.
En 1348, la peste negra difundida por la Europa Occidental influyó notablemente en la Vida religiosa, provocando, juntamente con otras circunstancias históricas, una quiebra de insospechadas proporciones, en la provincia dominicana de Aragón, a la que el Santo perteneció, habían muerto quinientos diez religiosos de un total de seiscientos cuarenta. Ello hacía prácticamente difícil no sólo el mantenimiento económico de los conventos, sino hasta la propia observancia de las constituciones religiosas en la plenitud de sus Ideales.
Desde la fecha de su profesión en el año 1368 hasta 1374, en que recibe el presbiterado y celebra su primera misa, Vicente, por designación de sus superiores, alterna el estudio y la enseñanza de la filosofía y la teología en los conventos de Lérida y Barcelona. A los veinte años era ya profesor de Lógica.
En 1376 lo vemos estudiando teología en Toulouse, en cuya Facultad, de reciente creación, los profesores dominicos le ilustraron en la ciencia de Dios dentro de los cánones del más depurado tomismo. Allí permaneció dos años. Perfecto conocedor de la exégesis bíblica y de la lengua hebrea, que estudió en el convento de Barcelona, y tras su sólida formación teológica, San Vicente regresó de Toulouse a Valencia, donde inmediatamente se dedicó a la enseñanza de la teología.
Alternando sus tareas de docencia con las de escritor, predicador y consejero, muy pronto conocieron los valencianos las extraordinarias dotes personales del Santo y le hicieron árbitro de graves problemas públicos.
Aquí surgió, frente a Urbano VI, Clemente VII. La división de la Iglesia afectó, como es lógico, a la misma política europea, y los reyes y príncipes se vieron en la grave disyuntiva de prestar su obediencia a la Sede de Avignon o a la de Roma. Vicente, que desde un principio fijó su posición de obediencia al papa de Avignon, en 1398 cambia su residencia del palacio de Avignon por la del convento dominicano de la misma ciudad. Benedicto XIII, en deuda con el Santo, le otorgó el título máximo de “Maestro en Sagrada Teología” Vicente, en contacto con las realidades de Avignon, con la visión más serena de los acontecimientos y amargamente dolido por el daño que sufría la Iglesia de Cristo, vivió unos meses en su convento, donde cayó tan gravemente enfermo que estuvo a punto de morir. Fue entonces cuando tuvo aquella visión en la que se le apareció Jesucristo, acompañado de los patriarcas Domingo y Francisco, encomendándole la misión de predicar por el mundo y otorgándole súbitamente la salud. Ésta es la prodigiosa circunstancia que sirve de clave para explicar la vida posterior de Vicente. Ahora se presentará al mundo con un empeño más alto que el de defender la causa de Benedicto XIII: propugnará la integridad del Evangelio en la unidad de la Iglesia.
En 1399 inicia su larga peregrinación apostólica, recorrió innumerables pueblos y ciudades de España, de Francia, de Italia, de Suiza, y hasta es muy probable que penetrara en Bélgica. En una época en la que la oratoria sagrada se resentía gravemente de su ineficacia, por el afán de predicar al pueblo oscuros y macizos sermones con rancias argumentaciones de escuela, sin la gracia boba de halagar superficialmente los oídos, con el recio temple de unos conceptos claros y precisos, servidos siempre en la bandeja de oro de su portentosa y dócil imaginación y la enorme fuerza sugestiva de su poderosa voz, rica en matices y sonoridades, hacía sentir a las gentes el vértigo de la presencia de Dios y el delicioso estremecimiento de su gracia. Bajo el signo de su voz las enemistades públicas cedían al abrazo de la paz, los pecadores experimentaban la mordedura del arrepentimiento y los hambrientos de perfección le seguían a todas partes en una permanente compañía de fervoroso apoyo.
Se atribuyera personalmente el título de ángel del Apocalipsis y hasta que la obsesión determinante de su apostolado fuera la predicación del cercano Juicio final. Hemos de puntualizar también que el lema «Temed a Dios y dadle honor». Era el temor de la reverencia y no el del servilismo pavoroso. Solía dedicar cinco horas al descanso, haciéndolo sobre algunos manojos de sarmientos o un jergón de paja, y el tiempo restante lo invertía en la oración y las atenciones exclusivas de sus deberes ministeriales. Sus comidas eran extremadamente sobrias. De una ciudad a otra se desplazaba siempre a pie, hasta que cayó enfermo de una pierna y tuvo que montar en un asnillo.
Muy laboriosas fueron sus gestiones para determinar la conclusión del Cisma de Occidente y podemos afirmar que, si no por su directa intervención, sí por el enorme peso de su influencia, apoyada en su universal prestigio, contribuyó notablemente a decidir su terminación. El cónclave reunido en Constanza el 11 de noviembre de 1417 dio a la Iglesia la elección de Martín V, a cuya obediencia se sometió toda la cristiandad.
El día 5 de abril, miércoles de la semana de Pasión, de 1419, moría en Vannes, lejos de su patria, este apóstol infatigable cuya palabra estremeció de presencia de Dios los ámbitos de la cristiandad europea. Treinta y seis años más tarde, en 1455, el papa valenciano Calixto III, a quien, según la tradición, San Vicente le había profetizado la tiara pontificia y el honor de canonizarle, le elevó a los altares con la suprema gloria de la santidad. Los milagros que San Vicente Ferrer obró en vida y después de muerto son innumerables, por lo que su fama de taumaturgo no ha sufrido mengua a través de los siglos.
JOSÉ MARÍA MILAGRO, OP (Extracto)
Ubicada al Noroccidente de Ambato, en el límite provincial, circundada por las parroquias: Mulalillo (Salcedo-Cotopaxi), Unamuncho, Cunchibamba, Atahualpa, Atocha Constantino Fernández.
Doce años después de su erección civil, se celebró en forma muy solemne su nacimiento como parroquia eclesiástica, bajo el patrocinio de San Vicente Ferrer, el eximio sacerdote de la orden dominicana, siendo su primer párroco el Venerable Dr. Enrique Villagómez Ribadeneira, desde el 02 de Marzo del año de 1952(Primer domingo de Cuaresma).
La Iglesia de Augusto N. Martínez, cabecera de la nueva parroquia, será tenida como iglesia parroquial, tendrá por titular a Nuestra Señora del Quinche. Decreto manifestado por el primer Obispo de la Naciente Diócesis, Mons. Bernardino Echeverría, dejando así de ser un anejo de Atocha. Se firmó el decreto el día 17 de Febrero del año 1952.
Entre algunas festividades religiosas tenemos: La celebración de la Navidad, Semana Santa, Festividades de la Virgen ( Dolorosa del Colegio, a la Virgen del Quinche, a la Reina del Cisne, Nuestra Señora de Guadalupe, de Agua Santa), en Junio al Sagrado Corazón, al Señor de la Buena Muerte (devoción acogida desde la localidad de Guanando- Cantón Penipe – Provincia de Chimborazo), Al Divino Niño, A San José, a San Antonio, a San Pedro, a Santa Cecilia, sin olvidar la presencia del santo patrono, San Vicente. También ocupa un lugar preponderante la celebración anual de la Octava de Corpus Christi.
Comunidades a las que eclesiásticamente se atiende espiritualmente: Centro Parroquial (Barrios: San Vicente La Florida, San José, San Luis, Corona de María, Vicentino, Misericordia, Moraspamba, Tierra de Flores, Inapisí, La Dolorosa, Corazón de María y Centro), Pondoa, San Antonio de Pondoa, Angahuana, Llatantoma, Calhua Chico Alto, Calhua Grande, Calhua Chico Bajo, Agua Santa, Samanga Centro, Chaupi (San Luis, San Antonio, San Vicente), Sagrado Corazón de Jesús, Santa Cecilia, esto entre caseríos y barrios respectivamente.
Entre algunos de sus Párrocos tenemos a:
Enrique Villagómez: Marzo 1952-Enero 1953; José Alejandro Soria Vasco: Febrero 1953-Julio 1953; Ludovico Grimoldi: Agosto 1953-Octubre 1953; Rodolfo Ramírez: Octubre 1953-Agosto 1954; Juan Altamirano: Agosto 1954-Febrero 1956; Enrique Villagómez: Febrero 1956-Julio 1958; Norberto Villalba: Agosto 1958-Agosto 1961; Manuel Isaías Escobar Villacís: Septiembre 1961-Septiembre 1965; José Abel Durán: Octubre 1965-Diciembre 1966; Antonio M. Abryl: Enero 1967-Septiembre 1967; Rodrigo Jaramillo (encargado): Octubre 1967-Febrero 1968; Antonio Saltos Tobar: Marzo 1968-Enero 1973; Alonso Villacís: Febrero a Marzo 1973; Elmo Querubín Villafuerte Vasco: Abril 1973-Julio 1978; Ciro Gavilanes Vasco: Agosto 1978-Mayo 1982; Lucio Eliecer López Fiallos: Mayo 1982-Septiembre 1986; José Ricardo Hidalgo Torres: Octubre 1986-Octubre 1990; Luis Bernardino Núñez Villacís: Noviembre 1990-Octubre 1995; Méntor Floresmilo Acuña Veloz: Octubre 1995-Febrero 2002; Medardo Aquiles Naranjo Gamboa: Febrero 2002-Abril 2005; Guido Rodrigo Contreras Tibanquiza: Abril 2005-Julio 2012; Marco Antonio Villalva Pazmiño: Julio 2012-Actualidad.
Horarios
CONFESIONES:
Se brinda atención según la necesidad de la gente.
- Pastoral Familiar.
- Pastoral Catequética.
- Pastoral Juvenil.
- Cursos: Pre-Matrimonial, Pre-Bautismal.
- Pastoral Bíblica.
- Cáritas.
- Asambleas Cristianas.